martes, 4 de febrero de 2014

Perdido en el estanque de la memoria


Miró la fecha en el calendario y como todos los años me entra esa nostalgia evocadora que me lleva a aquellos fríos días de febrero.  Sin embargo, no debiera sentir nostalgia por aquellos días que se esconden en un estanque olvidado donde la memoria no ha tenido acceso, no recuerdo nada de las fiestas de febrero.
Cualquier cosa puede despertar nostalgia, el recuerdo de un amor, de unos ojos, de algo que comiste un día, esos chorizos que preparaba mi hermana, el queso, esos mantecados y aguardentados que preparaba mi madre.  Esas setas sobre las ascuas que cogía mi padre y me comía yo, vuelven a mí. Como una felicidad triste por esas evocaciones de momentos que sabes que no vas a volver a vivir, por algo que pasado el tiempo idealizaste  haciéndolo perfecto, aunque en su momento ni lo pensante que pudieras recordarlo con nostalgia.


 He leído el último poema de José Vicente, que habla de nostalgia, me ha encantado el título y le he dejado un comentario diciendo que le robaba el mismo.  Pero no, es imposible, las fiestas de Febrero de Pinarejo no forman parte de mis recuerdos infantiles.  Puede que alguna vez, digo yo, conforme mi vida pierda fuerza, como todos los viejos – mayor fui a los 18 – recuerde aquellos tiempos vividos en Pinarejo, antes de la muerte de mi padre, algunos los he logrado rescatar, un recuerdo encadena a otro y así consecutivamente la madeja se deslía.    Aunque esa posibilidad me da miedo, cuando los viejos comienzan a revivir la infancia olvidada se inicia un viaje peligroso que puede provocar, que provoca, que te olvides del presente y estés cerca de dejar de vivir el futuro.


Las fiestas de febrero me las puedo imaginar igual a las de septiembre, con la diferencia de que los días son más cortos y hace mucho frío, pero sería un fraude, intentar trasladar esos recuerdos como si de repente hubiesen sido recuperados.  No, no escribiré nada de la fiestas de febrero, en septiembre hablare del avellanero, de los puestos de milhojas, de martillos dulces de azúcar, de diferentes tamaños, de carreras de sacos, tiro de reja, de esos bailes en los almacenes de trigo, esos días donde casi nadie faltaba a misa…

Pero eso es de otras fiestas, las de septiembre.

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