sábado, 26 de abril de 2014

Mi vieja máquina de escribir, mi fábrica de sueños rotos


Mi Olivetti
No tendría los 17 años cuando me compre mi primera máquina de escribir, una pequeña Hispano Olivetti, después llegaría una segunda de la misma marca y la tercera fue una Óptima, fabricada en la Alemania del Este y traída de contrabando, curiosamente con la “Ñ”, sobre una maquina sin la "Ñ" por entonces escribiría un cuento campesino que lleva camino de convertirse en novela. 

 Antes de comprar mi primera máquina tenía ya varias cosas escritas a mano: Varios presuntos poemas, algunos cuentos y  al menos una novela que le puse el pomposo nombre de "Aire de Liberta". Aquellos a quienes nos refugiamos o escondíamos nuestra timidez en la lectura, aunque fuésemos medio analfabetos,  como era mi caso, llegamos a soñar que también somos capaces de escribir y expresar cosas tan bellas como los poemas que leemos o tan elaboradas y geniales como algunas de aquellas novelas que nos hacían vivir vidas imaginarias.

 Como en cierto modo era un bicho raro al que no le gustaba el fútbol ni los toros, cuando no salía con los amigos o al cine, me refugiaba en la lectura, era un apasionado de TwainMark, El príncipe y el mendigo, Un yanqui en la corte del Rey Arturo, pero sobre todo Las aventuras de Tom Sawyer  y Las aventuras de Huckleberry Finn. También leía a Washington Irving, y sus Cuentos de la Alhambra, mi primer libro, que me regalo mi hermano Fermín cuando tenía 11 años.  Alejandro Dumas también influyo en mí, Los Tres Mosqueteros, El conde de Montecristo. Sin olvidar a Víctor Hugo y Los Miserables y de españoles Benito Pérez Galdos y Vicente Blasco Ibáñez y después Ramón J.Senders.  También era aficionado a los clásicos, sobre todo a la primera parte del Quijote, la segunda se me resistía y hasta ya pasados los treinta no la leí y mi favorito : El lazarillo de Tormes.

Era un devorador de libros, sin embargo  no tenía apenas cultura, lo cual no impedía  que llegase a soñar, a pensar que yo también era capaz de escribir cosas interesantes que pudiesen ser disfrutadas del mismo modo que yo disfrutaba  al escribirlas.  Y así llego mi primera máquina de escribir, las cintas las compraba por pares, escribía mucho y mal, pero escribía, hasta el punto de dedicarle más tiempo a la escritura que a la lectura, un gran error por mi parte.

Pronto comencé a participar en concursos, no hace falta decir que no gane ninguno, con 27 años tuve la gran osadía de presentarme al Premio Nadal, pasando las dos primeras cribas,  lo cual me fue comunicado por carta y me hizo soñar.  Naturalmente no gané ni se mostraron interesados en publicar mi novela,  no es necesario decir, que con la distancia que da el tiempo, yo tampoco la hubiese publicado.  Si tuviese que hacer una crítica literaria de ella se resumiría de manera rápida y sencilla: Mal estructurada, mucha imaginación, y graves carencias de estilo.

Participe también en certámenes de poesía, con casi buenos resultados, tampoco gane ninguno, pero  un poeta consagrado, miembro del jurado, se puso en contacto conmigo, no voy a mencionar su nombre, me dijo que era un diamante en bruto que necesitaba ser pulido y cultivado. Me invito a comer a su casa de Cullera, aunque vivía en Madrid,  y se ofreció a ayudarme.    Siempre tiene que haber un pero, debía dejar la poesía social de lado.  Por entonces yo ya comenzaba a ejercer una gran autocritica conmigo mismo, todo lo que había escrito me parecía de mala calidad, la prosa si bien utilizaba muchos  recursos imaginativos, utilizaba muy poco literarios.  Y como por entonces quería montar un bar, fue lo que hice con 28 años y a los que dediqué 18 años de mi vida. 
 Continúe devorando  libros en las escasas horas que tenía libres sin pensar para nada en volver a escribir ni una sola línea por placer, ni tan siquiera cuando compre mi primer ordenador, me relajaba más el fotomontaje.   Al dejar el bar, ya  con más tiempo, tampoco pensé en volver a escribir.    Con el comienzo de la crisis me sentí solidario con aquellos que lo estaban pasando mal y surgió mi vena inconformista escribiendo contra todo aquello que me pareciese contrario a la justicia social.  Pero tampoco tenía otras pretensiones que luchar a través del teclado.  Si volví a escribir otras cosas, fue por culpa de mi hija que descubrió mis viejo papeles, escritos con aquellas viejas máquinas Olivetti u Optima.


Mi vieja máquina de escribir un buen día la metí en la maleta y ya no la volví a sacar hasta esta mañana, 25 años después, oxidada, seca y vieja. Casi suelto una lágrima, esa vieja máquina de escribir fue mi fábrica de sueños rotos que durante algunos años escribía las palabras que por timidez, al menos en mis años adolescentes, jamás hubiese dicho.

Hoy esos sueños pasaron a la historia, pero el vicio de escribir, lo mantengo, tengo dos blogs, y publicó artículos en los principales medios republicanos de España, y puedo presumir de haber sido al menos traducido al francés, aunque solo hay sido con dos artículos.  A pesar de todo, tal vez todavía quede por ahí escondido algún sueño sin romper, o por realizar que puede volver a salir en cualquier  momento, tengo tanto escrito en una vieja maleta de cartón...

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