domingo, 24 de abril de 2016

El tuteo del señor marqués (o como se perdió el “usted” en España) Relato.



Trabajaba yo como recepcionista a finales de los años setenta, del pasado siglo, en un hotel de Ibiza, y un joven maestro madrileño de lengua castellana, se encontraba allí alojado con varios de sus alumnos en viaje de fin de curso. El maestro en cuestión se empeñaba en que, contraviniendo las normas del hotel, le tutease[1] a él y a sus alumnos, casi de mi misma edad.  Viendo que no hacía caso, decidió contarme un relato que a continuación escribo:

Llego el señor marqués con la señora marquesa, a un lujoso hotel, llevando consigo al chófer y a su joven esposa. El chófer para que llevase al matrimonio de excursión y la esposa del chófer, que era a la vez una de las amantes del marqués y criada de palacio.
Si bien, el marqués salía siempre acompañado del chófer o de su esposa, ya fuese la propia o la del chófer. Aquel día un rico banquero de la isla lo invitó a comer en su casa, la señora marquesa alego dolor de cabeza, pues no soportaba al banquero, por ser muy conocido por sus escandalosas fiestas con prostitutas muy jóvenes, incluso niñas. Cosa que el marqués que también tenía bastante de degenerado, aceptó la invitación ya que el banquero le había prometido una virgen.

 Fue el chofer del banquero a recoger al señor marqués, y hasta ya pasada la tarde del día siguiente no lo llevó de regreso al hotel.  Al chófer y a la criada/amante les dieron el día libre, el chófer alegó desear descansar, y su joven esposa se fue a disfrutar de las bellas calas ibicencas y tal vez de algún joven alemán, que sustituyese a su consentidor marido y al baboso marqués.



Medio borracho, no solo de alcohol, llegó el marqués a la recepción del hotel.

—Dame la llave de la trescientos seis —exigió al joven recepcionista, con la habitual soberbia que solía mostrar siempre ante quienes no consideraba sus iguales.

—Lo siento vuestra alteza, pero no le puedo dar la llave de su habitación porque el señor García, está con su señora en su habitación, la cual me ha pedido que no deseaba ser molestada —contestó muy digno el recepcionista, con cierto tono irónico, que debido a la medio borrachera del marqués, este no se percató.

— ¡Impertinente! Me resulta indiferente que mi chófer esté con su señora en su habitación. Yo quiero la llave de la trescientos seis, que es mi habitación y me espera mi señora. —Protestó el marqués.

De nuevo el joven recepcionista dio la misma explicación y el marqués la misma respuesta, por segunda y por tercera vez. No sabiendo el inexperimentado recepcionista del paso, tuvo una idea:

—Señor marqués del Membrillo Coronado, ¿me permite vuestra alteza tutearle?

—¿Cómo te atreves? ¡Insolente! —protestó el marqués, que deseando acostarse en la cama después de una noche de sexo, güisqui y drogas, lo único que le apetecía era dormir. Se lo pensó mejor —de acuerdo, por una vez y sin que sirva de precedente, tienes mi permiso, con tal de que me des la llave de la trescientos seis, que es la llave de mi habitación…

Tragó el recepcionista saliva, dio las gracias al marqués por la licencia y comenzó:


—Te estoy diciendo que no te puedo dar la llave de la trescientos seis, porque el señor García, tu chófer, está en tu habitación coronándote.  Y ha dicho tu mujer que bajo ningún concepto quiere ser molestada. ¿Lo entiendes ahora?

Por supuesto que lo entendió.


©Paco Arenas


[1] Fueron los maestros de secundaria quienes a finales de los años setenta, en pro de una mayor democratización de la educación, decidieron que a los maestros dejase de llamárseles con el “don” por delante y el “usted”. Si la medida fue positiva o negativa no lo sé, lo cierto es que el tratamiento del “usted” en España se limita únicamente a imposiciones patronales en comercios, restaurantes determinados trabajos cara al público y únicamente relación cliente/trabajador.

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