jueves, 23 de junio de 2016

Viaje a Italia (Milán)

El primer viaje de casados que realizamos al extranjero, fue a Italia, con nuestro Peugeot 205 y nuestra tienda de campaña. Un viaje emocionante con muchas anécdotas que contar, porque nos pasó de todo lo que les puede pasar a unos jóvenes turistas que van con ganas de conocer un país extraño. Un país, que pensábamos que con nuestros conocimientos de castellano y valenciano nos iba a resultar fácil entendernos, y que nos pudo costar algún disgusto por culpa de nuestra pericia en la lengua italiana. No tuvimos mucha dificultad, pero tampoco fue fácil del todo. Un viaje irrepetible, como irrepetible la posibilidad de viajar con en el tiempo con treinta años menos. 

MILÁN

Fue en Milán donde me llevé uno de los más grandes chascos de mi vida. Siempre he sido y soy un gran aficionado a la pintura, visitador de museos empedernido, había escuchado hablar de la Galería de Milán, como una de las más importantes del mundo. Nadie me dijo que fuese una galería pictórica, pero yo lo daba por sentado en mi ignorancia. Tampoco me preocupé por comprobarlo, todo el mundo hablaba maravillas de la Galería de Milán, no iba a ser yo quien lo pusiese en duda. En Niza escuchamos a matrimonio decir:

—Milán no valdría la pena verlo, de no ser por la galería y la catedral.

No lo pensamos dos veces y nos dirigimos a Milán casi exclusivamente con intención disfrutar de la Galería y de paso ver, como algo secundario la catedral. Ver la fachada de la galería Victor Manuel II, que es así como se llama la Galería, (en italiano: Galleria Vittorio Emanuele II) nos impresionó, esa es la verdad.  Realmente es espectacular también como galería comercial, pero nosotros no buscábamos eso, las vidrieras, con sus cuatro continentes, cada uno entre dos pasillos de los cuatro existentes, se olvidaron de Oceanía, en el suelo los escudos o símbolos de las principales ciudades italianas. Impresionante, pero…


—Si prega ! Fa la galleria a Milano?[1] —Preguntamos con nuestro librito de italiano en mil palabras a una bella italiana.

—Qui. —Nos respondió la muchacha incrédula, dejando las bolsas de la compra en el suelo.

—Dove si trova l’ingresso?[2] —Otra vez pregunte, intentando entonar torpemente el italiano, pendiente de sus hermosos ojos, sus labios y lo que no eran sus labios, ¡mamma mía! Como estaba la muchacha.

—Dove l'hai preso in?[3] —Contestó riendo, casi a carcajadas la bella milanesa.
Señalamos en dirección hacia donde habíamos entrado, y ella, encogiéndose de hombros nos señaló hacia aquel mismo punto, sin poder dejar de reír:

— Per non vi è l'ingresso [4]

— È l'ingresso al museo?[5]

—Cosa museo? Fa il museo della cattedrale, il Duomo di Milano ?[6]

—Será… —contestamos al unísono mi mujer y yo. 

Le dimos las gracias, y nos encaminamos hacia la salida contraria a por dónde habíamos entrado.

—Me parece que mirabas mucho a la italiana —me dijo riendo mi mujer.

Asentí con la cabeza, le di un beso en los labios y salimos de la Galería. Nos encontramos frente a frente con la famosa catedral de Milán. Mucho más impresionante que la galería, que me defraudó, más que nada porque yo buscaba y esperaba otra cosa bien distinta.


La catedral de Milán es un templo de dimensiones extraordinarias, tiene cinco naves, una central y cuatro laterales, con más de cuarenta pilares fasciculados, de grandes dimensiones y extraña forma, pues se rematan en una especie de dosel esculpido que alberga estatuas. Atravesada por un transepto seguido por el coro y el ábside. La nave central tiene una altura de 45 metros, la segunda más alta del mundo, toda ella está recubierta de mármol. No recuerdo si primero vimos la catedral o fue después de subir a su tejado, al que subimos en ascensor con un ascensorista que hablaba perfectamente castellano y catalán, estuvo estudiando teología en Barcelona. Al decirle que veníamos de Valencia, nos preguntó si se habían solucionado las rencillas entre valencianos y catalanes. (Hay que recordar que estamos hablando de 1998, cuando Unión Valenciana con González Lizondo, hizo del anti catalanismo reaccionario su única ideología.  Le dijimos que mi mujer como andaluza y yo como castellano, estábamos bastante al margen del asunto. Él se reía sin terminar de creérselo. Veía, el asunto como una polémica absurda, según nos dijo. Caminamos por el tejado del doumo, extasiados ante tanta belleza. Esculturas impresionantes, el bosque de pináculos, chapiteles y cresterías y por último la resplandeciente Madonnina fabricada con cobre dorado. La decepción causada por la galería, nos la regalo con creces la catedral.

 Poco podíamos pensar que podríamos llegar a tener un problema, que al final se resolvió de manera satisfactoria.  Atravesamos de nuevo la galería, deteniéndonos un poco más en sus maravillas terminaciones y llegamos a donde habíamos estacionado el coche. Antes de meter la llave en la cerradura, entonces no existían los mandos a distancia, teníamos a un empleado de la ORA (ignoro como se llama en Italia) esperándonos con una multa. Su saludo fue:

Otto mila lire. [7]—dijo extendiendo un papel con el importe de cuatro mil liras.

Así que proteste en un italiano figurado, sin molestarme en consultar el librito, dando por sentado que me entendería, como así fue:

Ocho mile?, aquí pone cuatro mile lire.

Sì, egli mette quattromila lire, ma deve pagare ottomila lire, per il suggerimento ...[8]

Entonces recordé que me había indicado que podía aparcar, en aquel sitio, sin indicarme nada que tuviese que pagar por ello. Pensé que era un policía, aparque y le di las gracias.

—¿Por la sugerencia? El boleto pone cuatromile, yo pagaré cuatromile. Si el boleto pusiese ochomile, yo pagaría ochomile —volví de nuevo con mi italiano figurado.

Ignorare il biglietto, più tempo si deve pagare ottomila lire . Hai capito o stupido sei?[9]

Ignoré el insulto y al final cogí cuatro mil liras y se las puse en la mano, diciéndole en castellano, sin intentar simular el italiano:

—Si tú me das un boleto de cuatro mil liras, yo te pago cuatro mil liras, las otras si quieres cobrarlas, vienes a España a por ellas.

—Vale, vale, haz lo que te dé la gana —me contesto en perfecto castellano cogiendo los billetes.

No debería haberlo hecho, pero le pregunté la dirección para salir en dirección a Turín y de nuevo me contesto en italiano.

Non lo so, non lo so, stupido spagnolo.[10]

Grazie, gracie, gentile italiano —con ironía le repliqué yo, pensando que realmente fui un estúpido preguntándole.

Sin embargo, lo más emocionante que nos ocurrió en Milán, fue al salir de la ciudad. Como todos sabemos, Italia es un caos a la hora de conducir, mal señalizado, con coches en contra dirección. Nada más salir un par de calles, vimos a una anciana que estaba detenida en un semáforo para cruzar con su bicicleta. La señora, de unos ochenta años, vestía un floreado vestido blanco, recogido para poder pedalear, y en su cabeza una simpática pamela, todavía más floreada que el vestido

Si prega di Torino.[11]

La anciana, se nos quedó mirando. Miró la matrícula de Valencia y como llevábamos los quitasoles bajados, se percató de que llevaba un diminuto pin con la bandera republicana.

— Repubblicani spagnoli, Valencia…[12]—soltó en italiano. Después en perfecto castellano —republicanos españoles de Valencia. ¡Oh, qué recuerdos! Yo estuve en Valencia, en Castellón y Benicassim, en las Brigadas Internacionales luchando por la República Española. Ay Carmela, ay Carmela…

Nos quedamos asombrados, porque lo que menos pensaba es en el pin, estaba claro que conocía la matricula. No sabíamos que decir. Sus ojos hablaban alegremente más que sus labios, daba gozo verla, agitaba manos, cabeza, como si bailase una canción de juventud, alzando manos al cielo de alegría.

—Tienen que venir a mi casa, les enseñaré fotografías de España. ¡Oh, quanto amo la Spagna, la Repubblica di Spagna! ¡Viva la República!

Todavía podíamos entretenernos un poco, por lo que terminamos yendo a su casa. Nos invitó a café y pasteles, que compró en una pastelería en la que se detuvo antes de llegar. Allí sacó cajas metálicas repletas de fotografías y recuerdos, enseñándonos una espléndida colección de fotografías de las Brigadas Internacionales y del Ejército Partisano Italiano. Después, se montó en su bicicleta nos guio hasta las indicaciones para ir a Turín.  Nos despedimos con un beso y un abrazo y con el saludo republicano, que en sus labios y con su acento italiano, sonaba a esperanza e ilusión.

©Paco Arenas





[1] ¡Por favor! ¿La galería de Milán?
[2] ¿Dónde está la entrada?
[3] ¿Por dónde entraron?
[4] Pues allí está la entrada...
[5] ¿La entrada al museo?
[6] ¿Qué museo? ¿El museo de la catedral?
[7] Ocho mil liras
[8] Sí, el billete pone cuatro mil, pero debe pagar ocho mil por la sugerencia.
[9] Ignora el billete, has estado más tiempo de la cuenta y debes pagar ocho mil liras, ¿lo entiendes o eres tonto?
[10] No lo sé, no lo sé, estúpido español.
[11] Por favor Turín.
[12] Republicanos españoles, Valencia.

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