lunes, 23 de octubre de 2017

La verdad sobre Rosa Lía (lo que nunca he contado de esa sinvergüenza deslenguada y provocadora)




No es que pretenda esconderme bajo sus enaguas, pero la culpa la tuvo ella, yo fui su juguete, su creación...

Dicen que se deben perseguir los sueños, esos pajarillos que te llenan la cabeza de graznidos, que terminan convirtiéndose en pajarracos,  los cuales, de manera inmisericorde terminan devorando, primero los sueños de adolescencia y después los de juventud.

En ocasiones, ocurre algo extraño, son los sueños quienes te persiguen a ti, quienes escapan del nido destrozado de la memoria, y cuando parecía que todos los huevecillos estaban cascados y aplastados, un renqueante pajarillo, si apenas fuerza, tras un largo vuelo, se posa en tu cabeza y allí hace el nido.

Así le ocurrió a este campesino, desertor del arado y exiliado en el asfalto, con más de 100 razones para olvidarme de los sueños de ser escritor, a los 55... ¡Copón! (Los sueños me han aplicado el 155) Bromas aparte, pues es algo muy serio. Cuando en la edad tardía,después de 26 años sin escribir,  retomé el vicio de la escritura, nunca tuve intención de volver a escribir novelas, ni relatos. Mi única intención era luchar todos los tumores malignos que afectan a nuestro país, y contra esa institución parasitaria que se rige por útero donde se engendra. Así lo hice, escribía contra la mafia económica  y política, opinando en distintos medios como lector dando mi opinión y alardeando de mi republicanismo...  

 A pesar de ello, no escribí nada de ficción. Más de seis meses estuve sin escribir ni tan siquiera un solo relato, yo que había escrito tantos.  La culpa la tuvo el ATC de Villar de Cañas (el tumor maligno que Cospedal quiso implantar en el corazón del sur de Castilla, en el norte de la Mancha, entonces decidí participar de manera más activa, a Pacoarenas (todo junto) se unió Amadeo 59 (pastor de ovejas y un poco calavera) decidieron ponerse manos a la obra; sin embargo, no era suficiente para animar el cotarro en los foros y crear conciencia en la lucha para evitar el cementerio nuclear y la muerte de mi tierra. 

 Así nació Rosa Lía, mi tercer seudónimo, bajo el cual escribí los primeros relatos, en los que no solo buscaba la concienciación sino la provocación y al mismo tiempo la diversión, algo que renuncié a llevar a cabo con veintiséis años después de quedar entre quienes optaron al Premio Nadal.  

Con casi con tantas canas en la cabeza como ahora. Emulé a Elena Francis, travestido  de joven universitaria, feminista, deslenguada, rebelde, con gran conciencia social, crítica con la corrupción, provocadora, erotizada y mordaz que era capaz de resumir las noticias del día en diez  renglones y provocar reacciones de todo tipo (nunca recibí tantas proposiciones deshonestas como cuando me escondía detrás de Rosa Lía) Espero que  aquellos que me mandaban provocadoras propuestas que harían sonrojar a la más atrevida de las chicas,  pensado que yo era una guapa muchacha, me sepan perdonar, jamás revelaré sus identidades, por mucho que algunos llegasen a traspasar lo erótico para caer en lo obsceno. Doy mi  palabra de republicano, que sus identidades será un secreto mejor guardado que el de la Caca-cola. 

Rosa Lía, no tuvo un papel destacado, como tampoco lo tuvo Pacoarenas, ni Amadeo 59, pero estuvieron allí, al pie del teclado, de la lucha, creando conciencia, junto a otros muchos más determinantes; sin embargo, Rosa Lía fue el paso, el empujón necesario para que Paco Arenas decidiese existir.  Han pasado siete años desde el nacimiento de Rosa Lía, ahora casi nadie se acuerda de ella, ni siquiera su criatura: Paco Arenas, pero su esencia ha quedado prendida de mis dedos y cerebro, del poco que tengo. 

Gracias Rosa Lía, tú, sin existir, hiciste que los sueños me persiguieran a mí cuando yo había dejado de soñar, ahora me acompañan de la mano, y todo es gracias a ti.

Paco Arenas


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