martes, 14 de noviembre de 2017

El compromiso social del escritor



La tinta es sangre, al menos lo debiera ser, en muchos casos, el poeta suele encadenar las palabras de la manera más bella y armónica posible. Los versos deben transmitir sentimiento, así lo hicieron y lo hacen los grandes poetas, si bien es cierto que también existen grandes poetas reconocidos que hacen bellas composiciones totalmente hueras. No los critico, yo no soy poeta ni entiendo de poesía, pero admiro más los versos mal trazados, desafinados, disonantes, si tras ellos hay el sentimiento que, desde mi profano nulo conocimiento de lo que debe ser la poesía, hay sentimiento y compromiso social. La novela es otra cosa, nunca se debe intentar "ideologizar" (prostituida palabra) al lector que busca entretenimiento; no obstante, el novelista tiene un punto de vista, que nunca debe ocultar, ni en la obra ni fuera de ella, si realmente siente la sangre del pueblo, y le importa más la sangre de ese pueblo, que los libros que pueda llegar a vender.  Nadie que escribe puede pretender hacerlo para ganar dinero. Ojalá si además de hacer lo que te da placer, pudieses llegar a vivir de ello. La tinta es la sangre del escritor, y como tal, debe hervir al unísono con la sangre del pueblo, sobre todo la de aquellos que no podrán comprar sus libros porque necesitan ese dinero para comprar una barra de pan. De ahí la importancia de las bibliotecas públicas y de la importancia de que cualquier obra pueda llegar a las manos de todos.

 Cada una de las líneas de un libro, es un proceso creativo delicioso para quien escribe, cada libro, un hijo.  Decía Jorge Amado, que escribir es como un parto:

Me divierto mucho escribiendo. Pero sufro horrores, porque escribir es un parto. Además, terminar es como salir de una amistad, de un romance. Se produce un corte doloroso, porque todo sale de tus tripas, de tu corazón. Se sufre mucho en la creación, porque es la creación de una vida.”

Me identifico bastante con Jorge Amado, en esas palabras y otras muchas, no solo sobre la escritura. Escribir es doloroso y placentero a la vez, que en ocasiones se puede llegar casi al éxtasis cuando tienes la sensación de haber escrito algo genial, que después puede transformarse en parto imaginario. Leer, por el contrario, para mí, es muy placentero, en ocasiones casi orgásmico. Un placer al cual cada día renuncia más gente. 

  Escribir y leer es como una droga, un vicio, al cual me resulta imposible renunciar. Me siento feliz escribiendo, llevo haciéndolo años; además por amor al arte. Casi un millón visitas han pasado por mis dos blogs principales, casi millón y medio de España por la República, y más de cuatrocientas mil,  Pisando barro, soñando palabras, además de mis colaboraciones en páginas y hasta periódicos  mucho más importantes.
La persona que escribe, escritor, escribidor, escribiente…, está obligada a reflejar lo que ve, lo que siente, tomar partido sin importarle las consecuencias, no partido político, o sí, lo importante es el compromiso. Como decía Federico García Lorca, debe tomar partido por los pobres, por los que sufren, por quienes no tienen nada, los maltratados, los invisibles…darles voz y humildemente ponerse al servicio de los mismos. Hacer de cada palabra una herramienta de libertad y de justicia.

En cierto modo, eso me pasa a mí. Escribo para todo el mundo, pero pensando en aquellos que, por desgracia, no podrán comprar mis libros.

Pretender comer o beber, aunque sólo sea agua,  de las hojas de los libros que escribes es de insensatos; no obstante, algunos se hacen millonarios. Recibo muchos elogios, que agradezco en el alma, pero si tuviese que vivir de esto, estaría apañado.

Son muchos quienes me dicen que debería descafeinar mi escritura, hacerla más banal, menos comprometida, para así llegar a la gente que tan solo busca distraerse de la realidad. Dicen que se me nota mucho la vena social y que seguramente vendería más libros si fuese aséptico ante lo que me rodea, y no molestase a quienes tienen ese poder adquisitivo para comprar mis libros.

Es posible que si mirase para otro lado vendiese más libros, seguro. Sin embargo, ¿no estaría prostituyendo mi escritura?

Al mismo tiempo, aunque de manera velada y normalmente anónima, me llegan algo parecido a advertencias o amenazas, se pueden leer en mi blog, advertencias que en ocasiones hacen referencia a Federico García Lorca o a Miguel Hernández. Ya  quisiera yo parecerme a ellos, llegar estar a su altura, ser un poeta de verdad, un escritor auténtico. No me hace gracia que me recuerden  cómo murieron, y que si algún día se tuercen las cosas, yo voy a estar en el punto de mira.

Me gustaría que mis libros se vendieran como churros, que la gente los comprase para leerlos, para disfrutar de una escritura que busca el entretenimiento,  la diversión, pero también la reflexión y el compromiso con el entorno social. Supongo, que, si son buenos, con el tiempo se venderán, o al menos perduraran en el tiempo, y si por el contrario son malos, todo podría ser, yo no tengo el criterio objetivo para decirlo, son mis hijos, se venderán poco y perecerán en las llamas del olvido. 


Estoy desempleado, sin cobrar ningún subsidio, y sin esperanzas de encontrar trabajo, así que, de momento, no tengo otra cosa mejor que hacer: leer y escribir y si además vendo algún libro, mejor que mejor. Por suerte, no necesito ser condescendiente con la injusticia y los poderosos para poder comer todos los días.

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